No fue hasta la invasión y conquista de México por parte de Hernán Cortés, cuando los europeos entraron en contacto con la planta del cacao y su bebida.

En el siglo XVIII aparecieron los primeros procesos industriales para fabricar chocolate solidificado, con lo que su uso se extendió en los países protestantes, donde el uso del té y del café había relegado a la bebida de chocolate a un uso marginal.
Además de la manteca y del azúcar, todos los chocolates poseen polvo de cacao en sí, obtenido tras la fermentación, secado y tostado del grano de cacao molido sin cáscara.
En aquel año, Nestlé comercializó una barrita llamada Galak. Esta barrita a la que Nestlé se refirió como chocolate blanco tenía la peculiaridad de sustituir el polvo de cacao por leche, con el fin de quitar la amargura del cacao del producto final. Para que se mantuviera el adictivo sabor a cacao, en vez de utilizar una grasa cualquiera utilizó manteca de cacao, uno de los residuos de la fabricación del polvo de cacao.

Por esta razón, el chocolate blanco, pese a ser un derivado del cacao, no se debería denominar chocolate como tal.
Además, el chocolate blanco se considera a día de hoy más perjudicial para la salud que el chocolate de verdad. La deficiencia de cacao en el chocolate blanco se compensa en su fabricación con grasas y glúcidos, perdiendo además los beneficios del cacao, entre los que destaca la ayuda a mejorar la hipertensión en unas cantidades mínimas recomendadas.
[Fuente: Recuerdos de Pandora]